El miedo sólo puede existir cuando percibes tu realidad externa como separada de tu realidad interna, de quien tú eres. Cuando los sucesos se vuelven incontrolables, cuando eres un navegante en tu propia vida… deviene el miedo, la incertidumbre. Cuando te vuelves consciente de tu poder creador, el miedo desaparece. Poco a poco, se diluye en la experiencia diaria de vivir, de descubrir todo lo que tú has creado.
Para transmutar el miedo es necesario volver al presente. En el presente el miedo no puede existir. Se diluye. Se disuelve. Desaparece como una sombra, como una cortina de humo que dejas atrás. El miedo se basa en la proyección de experiencias del pasado, propias o ajenas. Pero en el presente no existe. El miedo puede paralizarte por no saber cómo resolver una situación en el futuro, y distraerte de prepararte con los elementos que posees hoy para estar preparado/a cuando ese futuro llegue. El miedo suele basarse en la posibilidad de que algo horrible sucederá si no te defiendes, si no tomas precauciones. No es necesario poner tu mano sobre una serpiente venenosa para probar que no tienes miedo. Pero es igualmente innecesario sentir terror de una serpiente en una fotografía como si ya te hubiera mordido.
Para ser transmutado, el miedo debe ser parte consciente de tu vida. Cuando se presenta, debes comprender qué hace allí. Observarlo. Dejarlo libre. Pues el miedo que paraliza, sólo existe en la proyección de tu mente; hacia el pasado o el futuro. No ES aquí y ahora.
Es así como puedes transformar al miedo en un aliado. Es la mejor referencia que encontrarás para conocerte, para darte cuenta hacia dónde miras, dónde estás y dónde no. Pues si no estás en el presente, aquí y ahora… no estás. Nada ni nadie puede existir fuera de este momento presente.
Evita convertirte en una vieja foto de un pasado que ya pasó… Evita no ser lo que podrías estar ya siendo hoy por esperar condiciones externas ideales que tú mismo puedes crear.
Un Ejercicio:
Coge una bolsita, real o imaginaria, de tela y color violeta, si es posible. Mete en ella todos esos miedos que te dicen lo que no puedes hacer, ser, tener, o vivir lo que tú desearías vivir. Escribe individualmente cada miedo en un trozo de papel o visualízalos. Mételos allí dentro. Siente cómo el peso de la bolsa crece, como va llenándose de los miedos más grandes. Ese miedo a la soledad, introdúcelo; el miedo a sufrir por amor; el miedo a fracasar, y también el miedo a tener éxito. El miedo a las alturas, al agua, al fuego… Introdúcelos en la bolsita. También ese miedo hacia ciertas personas; el miedo a no cumplir las expectativas de otros; el miedo a confiar, a creer, a soltar… Considera el peso que ahora tiene tu bolsa, ese es el peso que estabas cargando tú.
Cuando hayas terminado, abraza esa bolsita llena de miedos. Abrázala con tus brazos, apretándola contra tu corazón como si fuera un ser querido al que deseas transmitirle todo tu Amor. Hazlo. Allí donde están no pueden tocarte, no pueden proyectarse ni hacerte daño a ti o a tu entorno. Sólo pueden recibir lo que tú des de ti. Abrázalos. Todo el tiempo que sea necesario.
Rodea con todo el Amor que puedas a tu bolsa de miedos. Siente cómo la bolsa comienza a moverse. Respira profundo. Visualiza que ahora tu bolsa de miedos está rodeada de Amor, Luz, Paz y Armonía. De todos los sentimientos bellos que valoras, que quieres experimentar diariamente.
Piensa en todo lo que harías si esos miedos no existieran. Y siente cómo esos miedos comienzan a hacerse más livianos. En esa bolsa de miedos hay una revolución interior.
Cuando sientas que tu bolsa es muy liviana, que se ha quedado sin peso… puedes abrirla nuevamente. ¿Qué sucedió? ¿Cómo percibes ahora lo que había antes en esa bolsa? Algo seguramente ha cambiado… Es que esa bolsa llena de miedos oscuros, pesados, dolorosos, paralizantes… ahora es simplemente una bolsa, vacía de peso… llena de ti. Y tú, tú no eres tu miedo.
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